El marco de trabajo denominado Taxonomía de los objetivos educativos: la clasificación de la enseñanza y el aprendizaje, estructurado en tres etapas —planificación, desarrollo y revisión— sobre objetivos educativos, fue diseñado para servir a diferentes campos o dominios de aprendizaje, ordenando y clarificando los objetivos en cada uno de ellos con un grado creciente de complejidad.
Compuesta por una lista de objetivos y aprendizajes, la clasificación de Bloom hace énfasis en proponer a los estudiantes actividades en las que se establezcan, además, las competencias que queremos desarrollar. A partir de ella, podremos diseñar recursos y actividades que guíen a los estudiantes no solo al simple «conocimiento», sino también a la aplicación, análisis, síntesis y creación del mismo, haciendo explícito lo tácito a través de una forma superior y más aplicada de conocer y reflexionar.
La clasificación de Bloom se fundamenta en tres conceptos: «conocimiento», «capacidades» y «actividad o interacción pedagógica». La extensión de la experiencia de aprendizaje en el tiempo, soportada por la tecnología, permite conseguir un alto grado de profundización cognitiva, lo que para Bloom supone alcanzar distintos niveles de complejidad: recordar, comprender, aplicar, analizar, evaluar y crear.
El desarrollo de la inteligencia artificial (IA) impregna todas las áreas del conocimiento y de las profesiones, y el ámbito educativo no es la excepción. El objetivo es claro: mejorar la calidad del aprendizaje de los estudiantes y posibilitar mayor igualdad de acceso a la educación. Pero, ¿cómo diseñar recursos educativos que ayuden a los educandos a enfrentarse a un mundo dinámico y cambiante, si las prácticas docentes y pedagógicas de las escuelas se caracterizan por repetir esquemas preestablecidos que nunca cambian? Un excelente punto de vista para responder a esta pregunta es ver las nuevas prácticas educativas como sueños pedagógicos. Solo quien haya visto en sueños el mundo que aún no existe está capacitado para plasmarlo en la realidad.
En ese orden de ideas, en la era de la IA, la clasificación de Bloom debe cambiar, como sugiere el eLearning Innovation Center de la Universidad Abierta de Cataluña, de manera que:
- En vez de desarrollar la competencia para recordar, esta sea sustituida por la de definir la herramienta más adecuada para solucionar un problema, determinar el resultado de la búsqueda y emplear los prompts adecuados.
- La de comprender debe transformarse por la de añadir parámetros a una demanda, definir con precisión lo que queremos obtener de la búsqueda y ofrecer contextos o ejemplos.
- La de aplicar por integrar diferentes herramientas y estrategias, operar usando el diálogo y compartir archivos que son objeto de la tarea.
- La de analizar por la de modificar recursos (acudir a más de una fuente), revisar resultados, ser conscientes de qué resultado puede ser erróneo o sesgado (detección de alucinaciones) y contrastar resultados.
- La de evaluar por la de validar, elegir o descartar resultados, utilizar el pensamiento crítico, hacer pruebas (ensayo y error), mejorar aplicaciones existentes y alimentar el modelo para subsanar lagunas.
- Y, finalmente, la de crear por la de planificar acciones para obtener un resultado, trazar estrategias de creación, generar nuevas aplicaciones o usos, combinar herramientas y resultados, concebir resultados, conducir el proceso creativo, integrar descubrimientos y resultados no esperados, y diseñar instrucciones complejas (prompting design).
La modificación de la taxonomía de Bloom, para adaptarla al entorno digital, no solo plantea el cambio en los nombres de las categorías, sino que también procura adaptar el trabajo en estos seis niveles a las tecnologías empleadas en el entorno digital. Así, podremos lograr competencias indispensables para desarrollar los objetivos (resultados) de aprendizaje de la instrucción moderna y para potenciar el uso adecuado de la inteligencia artificial en la educación superior.