Economía de la amistad

Autor:

Gustavo Quintero

Fecha:

06 febrero 2025

En una reciente publicación periodística, Miquel Echarri llama la atención sobre un fenómeno cada vez más recurrente que se ha venido conociendo como la recesión de la amistad. El tema cuestiona si la amistad está decayendo como institución y concepto, o si más bien estaría cambiando la noción cultural de la misma y le estamos exigiendo más de lo que puede darnos.

Desde la antigua Grecia hasta nuestros días, las teorías acerca de esta institución humana tan particular pueden rastrearse a lo largo de la historia del pensamiento. También puede percibirse un cambio de orientación al respecto, es decir, en la medida en que avanza el tiempo, las cuestiones concernientes a la amistad dejan de ser tratadas en los contextos propios de la teoría social para ser desplazadas a otros terrenos de la actividad humana, como pueden ser los del derecho subjetivo o la teoría del bienestar.

Hacia fines del siglo pasado, se señalaba que, en la ideología de las modernas sociedades industriales, la amistad aparecía como un sentimiento individual, algo «íntimo y espiritual», que solo era materia de preocupación para la psicología o la literatura, y no para las ciencias sociales stricto sensu, aunque, claro está, su importancia no podía ser negada. Más recientemente, se indicó que —con algunas excepciones— la sociología existente rara vez trata directamente el objeto de la relación amistosa, lo que supone una ignorancia de su estatuto estructural, y, en general, se contenta con tratarla como fenómeno anexo a su objeto principal, como puede ser el parentesco o la relación laboral. En las dos últimas décadas, podemos dar cuenta de un cambio que ciertas teorías sociales han experimentado en torno a la cuestión de la amistad.

Pero parece ser, que en la era digital, esta es una institución en declive. Existen estudios que demuestran que los humanos solo podemos mantener vínculos con cerca de 150 personas a lo largo de la vida. Es por esto que, a veces, nos referimos a tener cientos de amigos. En el caso del usuario de una red social, esto sería un eufemismo. No obstante, en ese ámbito virtual podría estarse generando algo así como un sentido de pertenencia, pues la evaluación del propio perfil llega a generar un eclipse del juicio, afectando la preocupación por las relaciones reales. Por lo demás, el número de amistades verdaderas tiene efecto en el bienestar de una persona, y separarse de otras, al menos por algunos meses, probaría que efectivamente se trataba de una amistad verdadera.

Sobre todo en los jóvenes, la preocupación por tener un gran número de «supuestos amigos» podría afectar la generación de relaciones reales, lo que incide, entre otras cosas, en el desarrollo de capacidades y en la adquisición de actitudes personales a través de la imitación de sus iguales. La inserción en un grupo reducido de pares es un factor influyente en los procesos de identidad personal. Además, entre tantos grupos en los que una persona participa se restringe la importancia de los fines y la posibilidad de tener uno común en cada uno. La reducción de la significación de los grupos naturales es más perjudicial en lo moral.

Es bien conocida la importancia filosófica del concepto de amistad, considerada incluso necesaria, aunque no siempre sea vista como algo tan beneficioso como la felicidad.

Con el auge del uso de las redes sociales, se ha intensificado el sentimiento de soledad. A los usuarios de las redes les preocupa significativamente menos la alteridad y mucho más el medio social del cual hacen parte. Se argumenta que, sin detenerse a examinar o apreciar la belleza y el valor de la amistad, se converge en un discurso notoriamente instrumental, utilitarista e interesado sobre las relaciones humanas, que comercia con la amistad disfrazada de altruismo, enajena la intimidad traspasando los límites ajenos y despersonaliza las relaciones.

En el estudio citado por Echarri en su artículo, se menciona que, en los Estados Unidos, la recesión de la amistad se daba entre los hombres más jóvenes: el 20% de los analizados dijeron no tener ningún amigo.

La amistad es un don precioso que se cultiva y nos hace diferentes como sociedad. No debería entrar en la recesión que se vislumbra, pues entre más pasan los años, su virtud es aún más apreciada.

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