8. Egresados. La importancia de los egresados en las universidades es un tema fundamental que destaca el impacto que tienen estos profesionales en la sociedad, la academia y el desarrollo de las instituciones educativas. Los egresados no solo representan el resultado tangible de los esfuerzos de las universidades por formar ciudadanos competentes, sino que también son embajadores de sus valores y de la calidad educativa.
El desempeño de los egresados en sus respectivas áreas de trabajo influye directamente en la percepción pública sobre la calidad educativa de su universidad. Aquellas instituciones cuyos egresados se destacan por su ética, competencia y liderazgo tienden a ganar prestigio, lo que a su vez atrae a más estudiantes, inversores y alianzas estratégicas.
Los egresados también tienen la capacidad de reforzar los lazos con su alma mater a través de actividades como mentorías, donaciones y participación en redes de exalumnos. Este vínculo no solo permite a las universidades mantener una relación a largo plazo con sus egresados, sino que también fomenta el intercambio de experiencias y conocimientos que benefician tanto a la institución como a las futuras generaciones de estudiantes.
9. Formas de gestión. Dependiendo del tamaño de las universidades, el contexto político y legal, la cultura organizacional o los objetivos estratégicos, estas pueden optar por diferentes modelos de gestión.
La gestión puede ser centralizada, descentralizada, participativa, autónoma, corporativa o colaborativa.
La gestión descentralizada en las universidades, por ejemplo, se caracteriza por delegar autoridad y responsabilidad en facultades, departamentos, campus regionales u otras unidades organizativas. Este modelo busca equilibrar la toma de decisiones al nivel más cercano posible a donde se implementan las políticas, fomentando la autonomía operativa de las unidades internas.
10. La universidad de impacto. Es útil señalar que el impacto no tiene que ver con asuntos económicos o financieros, sino con lo que la ciencia aporta a la sociedad, junto con demandas cada vez más fuertes que expresan esto, no en términos de valorización, sino de impacto. Lo primero trata principalmente del aumento de valor en la cadena de conocimiento, mientras que lo segundo alude a la contribución social y ambiental que se hace, incluso si no se ha ganado dinero con esto en un sentido directo.
La universidad debería desempeñar un papel destacado en el debate social, sin abandonar ni por un momento su juicio independiente ni el uso de datos correctos. Ese es su verdadero impacto.
En este sentido, «impacto» es un término mucho mejor que «valorización», que está relacionado en gran medida con la creación de valor económico. Existe ahí una grandísima diferencia.
Una universidad de impacto tiene una educación transformadora, una investigación con propósito, compromiso social, innovación y emprendimiento, sostenibilidad social y ambiental, alianzas estratégicas y transparencia.
Las universidades de impacto no solo educan a individuos, sino que son agentes de cambio en la sociedad. Están llamadas a liderar iniciativas que transformen las estructuras sociales, fomenten la equidad y enfrenten los desafíos globales, actuando como faros de conocimiento y esperanza.