«La novela es la vida secreta del novelista, su oscuro hermano gemelo».
—Ernesto Sabato
En El escritor y sus fantasmas, Sabato intenta explicar que el acto de escribir no surge de la vida pública y racional del autor, sino de lo que no muestra: sus dudas, culpas, sombras, recuerdos y heridas. Sugiere que cada escritor lleva dentro una versión oculta de sí mismo —un «otro»— que solo puede hablar a través de la ficción. La novela no es el diario del autor ni una copia de su biografía, sino aquello que no puede decir de frente. Lo que una persona oculta al mundo, la novela lo revela. Pero lo revela en clave, con símbolos, silencios y metáforas.
Sabato distingue entre el hombre que vive y el hombre que escribe: el que vive cumple roles, trabaja, conversa, sonríe, es observado; el que escribe, en cambio, es quien siente profundamente y se atreve a enfrentar la oscuridad. La novela se convierte entonces en un espejo roto donde el autor se mira sin máscaras, un territorio de confesión donde lo indecible encuentra voz; el escenario interior donde el escritor lucha con sus propios fantasmas.
Por eso, Sabato habla del «hermano gemelo»: no es un enemigo, pero es la parte que vive en las sombras. El escritor no puede evitar escribir, porque, si dejara de hacerlo, ese hermano interno se volvería insoportable.