«La soledad puede ser una bendición enmascarada. En nuestros momentos más solitarios, encontramos nuestra verdadera esencia y descubrimos lo que realmente importa».
—El circo del infinito, pág. 145
Emily Dickinson es reconocida por su vida reclusiva y solitaria. Pasó la mayor parte de su vida adulta en su hogar en Amherst, Massachusetts, donde escribió cientos de poemas, muchos de los cuales fueron descubiertos y publicados después de su muerte.
Esta frase transmite la idea de que la soledad no necesariamente debe ser vista como algo negativo, sino más bien como una oportunidad para encontrarnos a nosotros mismos. Cuando estamos solos, sin distracciones ni influencias externas, somos capaces de reflexionar sobre nuestra vida y nuestras emociones más profundas. En ese silencio, podemos descubrir nuestras pasiones, propósitos y verdaderas prioridades.
La soledad nos permite despojarnos de las máscaras que a menudo usamos en la sociedad y conectarnos con nuestro ser interior, con lo que realmente somos y lo que realmente importa en nuestra existencia. Es en la soledad donde encontramos ese equilibrio y esa paz interior que tanto anhelamos. Así, la soledad puede ser una bendición que nos ayuda a descubrir el verdadero significado de nuestras vidas.
