La justicia, tercer pilar del nuevo humanismo

Autor:

Gustavo Quintero

Fecha:

30 enero 2025

En su libro Justicia, Michael Sandel, uno de los filósofos políticos más interesantes del mundo, se pregunta: ¿Hacemos lo que debemos? Una pregunta interesante para cualquiera que aspire a ser un buen ciudadano. En la ciudadanía reside este tercer pilar del nuevo humanismo, tan importante para fomentar el pensamiento crítico en la era de la inteligencia artificial. La universidad, en ese sentido, tiene como fin supremo crear ciudadanía.

La justicia es el instrumento político para hacer el bien común. Una forma de enfocar la justicia es la de comprender que esta supone cultivar la virtud y razonar sobre el bien común. No hacemos lo que debemos cuando anteponemos al bien común cualquier otro tipo de bien.

El bien común es una virtud cívica. En términos de necesidades y requerimientos humanos, los hombres necesitamos vivir en sociedad y no poseemos instintos que sean suficientemente autárquicos. Las necesidades humanas resultan interminables y demandan la satisfacción de los bienes asociativos en los que cada individuo, por sí mismo, no podría encontrar satisfacción. Este es el motivo por el que es esencial la cooperación entre unos y otros, y esta cooperación debe gozar de cierta estabilidad o permanencia en el tiempo, pues satisfacer las necesidades humanas exige, por lo general, la realización de tareas que resultan complejas o que requieren una profundización o perfeccionamiento.

De esa colaboración, para alcanzar y mantener la estabilidad y la permanencia, surge entonces el contrato y, con ello, la idea de «justicia distributiva». El ser humano, necesitado de la colaboración de los demás y capaz de juzgar su propio interés en relación con las acciones de sus semejantes, inevitables en la vida en sociedad, requiere un mecanismo global que determine si cada uno, en su seno, recibe o hace lo que le corresponde. En definitiva, es imperativo que sea justo.

En palabras de Aristóteles, la justicia es dar a cada uno lo que le corresponde por su mérito o sus méritos: «El hombre justo es aquel cuyos hábitos lo llevan a hacer lo que es justo y a desear que se haga lo que es justo», concluía el filósofo.

La justicia tiene distintas dimensiones que se complementan mutuamente en aras de facilitar la conquista del bien común. No solo es una virtud moral, sino también un poder real que cada quien ejerce al testimoniar, mediante su conducta o autoridad, una posible verdad frente a circunstancias no previstas o no expresamente reglamentadas por la ley. La justicia es humanidad y humanismo.

Dada su atrayente trascendencia, la idea de justicia se constituye en el centro de toda recomendación ética y moral. En su dimensión social, la justicia inspira amor hacia los demás y es, por excelencia, la virtud bipolar que representa la síntesis de toda la idealidad y conductibilidad humanas.

Desde hace un tiempo se ha difundido la idea de que estamos en camino hacia un cambio de paradigma en la sociedad y, de manera consecuente, en la cultura, las instituciones, los grupos y las familias. El elemento que subyace a la noción de justicia es la concepción del hombre como ser humano. La noción de justicia es unívoca en el contexto de nuestra propia cultura: la justicia es la apelación a un orden que trasciende el propio interés particular.

En ese sentido, la justicia es requerida socialmente no solo para determinar los posibles abusos ocurridos o, más precisamente, para eliminar o sancionar abusos y violaciones a la ley cuando ello acontece. La justicia es fundamental para garantizar el abordaje responsable y adecuado de los conflictos, así como para definir con amplitud espacios de convivencia pacífica y armónica, asegurando una coherencia normativa y permitiendo, en especial, la promoción de una mayor equidad.

El futuro de la justicia, como objetivo y como recurso, equivale a profundizar en el futuro de toda la humanidad.

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