«…Tal vez los hombres no volamos por el miedo al vacío, al temor de salir de la realidad sin certeza de regreso. En la aceptación de ese miedo, cambiamos el vuelo por la jaula, porque la jaula es el lugar donde viven las certezas…»
—El circo del infinito, pág. 29
Dostoyevski aseguraba que cambiamos el vuelo por la jaula, porque la jaula es el lugar donde viven las certezas, planteando una reflexión profunda sobre la naturaleza humana y nuestra búsqueda de seguridad frente a la libertad.
El vuelo representa la capacidad de elegir, de explorar, de vivir sin ataduras. Sin embargo, esta libertad también conlleva incertidumbre, riesgo y la posibilidad de errar. Implica vivir en un mundo sin garantías ni puntos fijos. La jaula, en cambio, simboliza un espacio cerrado, seguro y limitado. Dentro de ella, nos aferramos a certezas que ofrecen estabilidad, pero a costa de sacrificar nuestra libertad.
En la naturaleza humana, ante el temor a la incertidumbre y a la responsabilidad que trae consigo la libertad absoluta, preferimos muchas veces elegir renunciar a esa libertad. Nos refugiamos en “jaulas” que nos ofrecen respuestas simples, reglas claras y una sensación de control sobre nuestra vida, pero nos perdemos del vuelo, del vacío. La eterna lucha entre el libre albedrío y la necesidad de obedecer a estructuras externas.