La formación humanista es parte intrínseca de la formación del médico, proveyéndole las herramientas necesarias para ejercer su profesión con excelencia. En la actualidad, la medicina enfrenta la dicotomía de estar excesivamente influenciada por los avances científicos, diagnosticando y tratando «datos», y de atender «técnicamente» a los pacientes. La tendencia promovida por el modelo biomédico ha fomentado que los médicos se centren en el campo patológico de la atención al enfermo y en la acumulación de datos correspondientes a su anatomopatología, fisiopatología y síndromes concretos, dejando en un segundo plano el modo de abordar y solucionar las distintas dolencias: al sujeto, al enfermo, al que sufre. Digamos que es centrada en la enfermedad.
Hay tres aspectos que subyacen a los pacientes en búsqueda de atención médica. El paciente consulta al profesional de la salud por lo que le sucede, es decir, algún cambio observado en su propio cuerpo. Su trama hasta llegar a ese cambio está sustentada en su relato personal. Esto tendría que ver con lo que ha influido en cada sujeto, sus experiencias y confrontaciones consigo mismo y con el mundo que lo rodea, tomando en cuenta los elementos de la realidad interna y externa del propio sujeto. Así las cosas, el caso clínico narrado en primera persona, permitiría promover el trabajo interno del futuro profesional, parodiándolos en la práctica clínica.
En el área de la relación médico-paciente se torna aún más relevante escuchar los relatos narrativos en primera persona, tanto de los sujetos que concurren al centro de salud como de los propios profesionales, para ser analizados en escenarios específicos resultado del trabajo interdisciplinario, tal como acontece con las historias clínicas en el ámbito médico en la actualidad. El relato de los pacientes es de particular relevancia y aplicabilidad para el ámbito de la salud; la sede social de las diferentes instituciones intervinientes en el campo de la salud es el relato del paciente, desde la historia clínica en adelante.
Es que el relato de una enfermedad, además de describir los padecimientos, temores, alteraciones de la vida laboral, familiar y social, también habla de la vida de la persona, de sus deseos y de sus miedos. Escuchar es una condición necesaria para comprender y valorar el significado del sufrimiento. Es en el diálogo donde médico y paciente desarrollarán significativamente su relación.
La posibilidad de comprender y reflexionar acerca de la enfermedad hace posible conceptuar una nueva visión del proceso salud-enfermedad desde el concepto vivencial del malestar como un «síntoma». Este síntoma, en la escucha narrativa, irrumpe ante una reacción culturalmente represiva que bloquea su expresión o la asocia con un determinado desequilibrio químico, cuando no se escucha, pero se percibe en los datos.
Toda educación humanística, y la medicina es la más científica de las humanidades y la más humana de las ciencias, incluye la incorporación de humanidades y ciencias sociales en el plan de estudios en el sentido de tratar unos conocimientos para la formación humanística. Pero también, y fundamentalmente, la educación humanística es un método pedagógico específico que fomenta el razonamiento crítico, el análisis complejo y la toma de decisiones a largo plazo, comportando un abanico muy amplio de técnicas de aprendizaje-aplicación, como serían los casos discursivos, el debate, el juego de rol, las discusiones semiestructuradas, las reflexiones individuales o grupales, la utilización de simuladores pasivos o de alta tecnología, o los métodos de aprendizaje interdisciplinarios.
Esta perspectiva transdisciplinar es la que adopta la medicina narrativa y el enfoque educativo que entiende que una «formación humanística» en medicina ha de ser necesariamente transversal, al citar que un porcentaje significativo de médicos y enfermeras no conocen las necesidades de sus pacientes, y un alto porcentaje de los médicos y enfermeras prescriben más a menudo un tratamiento sintomático que apoyando el proceso natural de recuperación. Si definimos explícitamente las competencias humanísticas que queremos potenciar y evaluamos si efectivamente han sido adquiridas conforme al grado de dificultad que irá siendo creciente, jugamos la partida a favor del razonamiento y toma de decisión médica del profesional y, en última instancia, en favor del paciente que demanda una atención científico-humanística.