Para la educación superior, educar en el mundo real significa preparar a los estudiantes para enfrentar los desafíos del presente y del futuro con conciencia crítica, habilidades prácticas y un compromiso ético y social. Para quienes hemos transitado este enfoque en la práctica educativa, sabemos bien que esto enaltece la empatía, la inclusión y la justicia, los tres componentes esenciales para mejorar la vida humana y promover valores humanistas.
Este enfoque no solo enriquece el aprendizaje, sino que también fortalece la conexión entre la universidad y la sociedad, generando conocimiento útil y relevante para transformar la realidad.
La pedagogía de la realidad es un enfoque educativo que busca conectar el proceso de enseñanza y aprendizaje con las experiencias concretas, los contextos sociales y las problemáticas del mundo real. Este concepto se basa en la idea de que la educación no debe ocurrir en un aislamiento teórico, sino que debe estar profundamente arraigada en la vida cotidiana de los estudiantes, respondiendo a sus necesidades, desafíos y contextos.
La conexión con el contexto permite sentir las condiciones sociales, políticas, económicas y culturales en las que se vive; la razón empieza por los sentidos, por el sentir, y el conocimiento se genera en la razón. Los conocimientos se construyen desde la realidad de los educandos, respetando sus saberes previos y experiencias.
Paulo Freire ponderaba cómo, la pedagogía de la realidad, fomentaba que los estudiantes cuestionaran las estructuras sociales, analizaran las causas de las problemáticas que enfrentan y buscaran soluciones transformadoras, para que el conocimiento académico tuviera relevancia práctica, conectando la teoría aprendida en el aula con situaciones concretas. Esto incluye prácticas comunitarias, investigaciones aplicadas y proyectos sociales.
El acto de educar no es neutral. Educar en el mundo real significa asumir una postura ética que promueva la justicia, la empatía y la equidad para la transformación positiva de la sociedad. Esto permite que el educando, en lugar de ser un receptor pasivo de información, se convierta en un agente activo en la construcción de su aprendizaje, involucrándose en su entorno y desarrollando autonomía para transformar su realidad.
Este enfoque no solo busca que los estudiantes comprendan el mundo, sino que actúen sobre él. La educación es vista como un proceso que empodera a las personas para resolver problemas y mejorar sus comunidades.
La pedagogía de la realidad es crucial en un mundo globalizado y lleno de desafíos sociales, como las desigualdades, el cambio climático o la injusticia. Este enfoque fomenta la formación de ciudadanos responsables, críticos y comprometidos con la transformación de su entorno, al tiempo que genera un aprendizaje significativo y relevante. No solo enseña a «entender el mundo», sino a «intervenir y cambiarlo».