«…la proactividad, que en términos casi aristotélicos se refiere, más bien, al hábito de una persona efectiva que se adelanta a la rutina, a la demanda que le imponen las condiciones y aún a modificar las condiciones…hacer que las cosas sucedan…»
—El circo del infinito, pág. 96
Ser proactivo en términos aristotélicos podría interpretarse como tomar control sobre el propio desarrollo y trabajar activamente para actualizar las propias capacidades o virtudes. Aristóteles creía que los seres humanos tienen el potencial para alcanzar la eudaimonía (felicidad o plenitud), pero esto no sucede automáticamente: requiere esfuerzo consciente, elección deliberada y acción consistente.
Implica ser responsables de nuestra propia existencia; que las iniciativas y los resultados sean propios y no dependan del entorno ni de nadie; crear la diferencia entre el propósito y la ejecución. La gente que progresa en este mundo es la gente que se levanta y busca la circunstancia que quiere y si no la halla, la produce.