- La asociación o incluso la fusión entre unidades académicas o en clúster de universidades, para lograr economías de escala. No hay absolutamente ninguna razón para suponer que una universidad deba trabajar de manera diferente a una empresa cuando se trata de lograr eficiencia.
- Equilibrio óptimo entre eficiencia, centralización y tamaño. Un estudio reciente también ha demostrado que cuanto más grande es una institución, más necesario es definir unidades descentralizadas que puedan tomar sus propias decisiones; de lo contrario, se va desvaneciendo prontamente lo poco que queda de la autonomía de profesores y estudiantes. Hay sorprendentemente poca investigación o evidencia formal disponible sobre el tamaño ideal de una universidad: lo suficientemente pequeña para no ser una gran empresa, pero lo suficientemente grande para lograr economías de escala y, sobre todo, para ser suficientemente visible. En muchos debates informales, el tamaño de las mejores universidades (privadas), que a menudo ronda los 15 000 estudiantes o, a veces, muchos menos, se presenta como un ideal.
- Legitimidad. Su justificación más clásica es la histórico-cultural: las universidades desempeñan un papel central en la transferencia de conocimientos esenciales existentes, que a menudo son portadores de valores y normas culturales. Hay que volver a ello. Una segunda legitimación de la universidad, igualmente clásica pero también plenamente válida, está relacionada con la educación y la preparación de los jóvenes para los roles en la sociedad (ciudadanía). Y la importancia del arraigo como base para la formación de un ser humano autónomo, seguro y crítico, y de la generosidad, para devolverle a su comunidad y a su país.
- Valores fundamentales. En un mundo como el actual, se hacen necesarias la transparencia y la voluntad para rendir cuentas por completo y a cada dato, por cada conclusión y cada opinión. Esto debería ser una prioridad máxima en todos los procesos y acuerdos de la universidad.
- La financiación gubernamental y la demanda social desempeñarán un papel determinante en la supervivencia de las disciplinas: si no hay financiación o no hay demanda, entonces la facultad o el programa en cuestión se cierra por razones estrictamente financieras. Hay que garantizar que la gama de disciplinas no esté demasiado determinada desde afuera. Esto es tan importante que las universidades podrían incluso recurrir a subvenciones cruzadas internas, es decir, utilizar los ingresos destinados a una disciplina para apoyar a otro campo, cuando se cumplan tales condiciones.
- Premiar la calidad. En este sentido, el sistema de promoción y remuneración debería estar más centrado en la calidad que en la cantidad. Que esto es más fácil de decir que de hacer lo demuestra el debate sobre la carrera docente que está en pleno auge en muchos países: si bien es fácil forjar una carrera de éxito sobre la base de muchas publicaciones en revistas de prestigio, ¡qué difícil es desarrollar una carrera exitosa sobre la base de «tan solo» ser un profesor excelente!
Continuará…