«Dicen que con el vértigo del abismo se mide el nivel de las montañas».
—Marina Tsvietáieva
Tiene razón la escritora rusa con este verso, porque solo conocemos la verdadera magnitud de algo cuando enfrentamos su riesgo, su borde, la posibilidad de perderlo.
En la poética de Tsvietáieva, la montaña es el amor llevado al extremo, la intensidad de vivir sin reservas, la grandeza del alma cuando no se resigna. El abismo es la soledad radical, la caída que acecha, el precipicio, el vacío que puede tragarnos.
En Tsvietáieva todo ocurre al límite. Su poesía no es del equilibrio, sino del exceso: amar demasiado, sentir demasiado, elevarse demasiado… y caer. Ella escribe como quien se arroja desde una montaña, sabiendo que el lenguaje es lo único que puede sostenerla antes del golpe.
De hecho, una de sus frases más memorables es: «Escribo para salvarme. Siempre he escrito desde el borde».
