Los chorros de agua brotan como si la piedra respirara. En la Fontana di Trevi, cada corriente parece contar un secreto antiguo: el rumor de los mares que inspiraron a Neptuno, la fuerza de los caballos que emergen de la espuma, la promesa de los viajeros que arrojan monedas esperando regresar.
El agua cae sin cesar, pero no se agota, como si en su fluir eterno se repitiera el ciclo de los deseos humanos: pedir, esperar, volver. Y en cada gota, Roma se refleja, eterna, líquida y luminosa.
La gata de Tobita
Gustavo A. Quintero Hernández