El cielo era azul cuando te conocí, y el mar también. Tú me miraste, y entonces entendí el misterio: lo infinito se repite.
Ahora, cuando busco consuelo, alzo la vista. Cuando anhelo aventura, sigo la espuma. Pero cuando quiero perderme, me ahogo en tus ojos.
Porque todo lo inmenso en este mundo siempre lleva el mismo nombre: Azul.
La gata de Tobita
Gustavo A. Quintero Hernández