Eros y Psique están eternos en el mármol: dios y mortal entrelazados.
Psique, bella a pesar de Apuleyo; admirada, pero nunca amada.
Apolo, velando y permitiendo que la contemplen sin deseo.
En Éfeso, entre las casas adosadas, encuentro una estatua: Eros mutilado; media cara perdida, una pierna rota. Aun así, sus labios… se buscan, sus cuerpos… se funden.
Una flecha los atraviesa. La misma flecha que a otros Eros y Psique, en otros mármoles o bronces, separa.
¿Es unión o es herida?
Quizá el amor no distinga la diferencia.
La gata de Tobita
Gustavo A. Quintero Hernández